La Crónica de León, Fulgencio Fernández. 24/7/2012. Están en cuestión, parece que también se las va a llevar por delante el turbión de la crisis, las Juntas Vecinales, la forma de gobierno de lo cercano y diario de nuestros pueblos durante tantos siglos.
Hablan de dinero cuando atacan o defienden la iniciativa. Hablan de pastos y puertos, de chopos y corzos, del agua y el alcantarillado y, sin embargo, nadie parece querer hacer una valoración de la pérdida que supone mandar al exilio del olvido a los viejos concejos, a esa reunión dominical en la que cada vecino expone lo que le ocurre, decide qué hacer con los pastos o a quien alquilar los puertos. Esa reunión dominical en la que se le puede decir a la autoridad competente que no son así las cosas.
Ya nos hemos olvidado de que estas reuniones las presidían unas gentes que estaban investidas de una condición que, por fuerza, tiene que ser una garantía de buena gobernanza: los hombres buenos del lugar ¿Se le puede pedir a alguien más cualificación que ser reconocido como un hombre bueno?
Por eso pregunto: “¿No será que ya nadie quiere que se le pueda decir a la cara, allí a la sombra de un tejo o ciprés, lo que cada cual piensa de su forma de actuar?”.
“¿No será que en el mundo que ellos viven ya no queda gente a quien llamar los hombres buenos?”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario