lunes, 13 de agosto de 2012

Juntas y revueltas


Diario de León, LUIS URDIALES 08/08/2012. Ya disfrutaban los países del arco Atlántico de la red de autopistas cuando un paisano soltó un burro por León, y por donde iba el asno se hicieron las carreteras. Así se pueden explicar esas curvas infames hasta ahora achacadas a la cacicada de algún mandatario de junta vecinal. Podrían estar también confundidos los que se creen que estas instituciones locales han servido para poco más que maquear el entorno de la casa del pedáneo y dejar la zona como cosa de la quinta avenida, una isla en un medio sin urbanizar.

Salvemos la junta vecinal es el nuevo eslogan de cabecera de los socialistas en su cruzada contra el PP, ajenos a que el poder concejil era una de las barbas que querían afeitar desde aquel fabuloso plan de comarcas con el sello del puño y la rosa que se estazó en las urnas a principios de siglo cuando creían que los llevaría camino de la presidencia de la Junta de Castilla y León.

Se aventura otra guerra perdida con un ejército flácido para la batalla; si a Mariano no le hicieron ni cosquillas los cien mil hijos de las minas que metieron leoneses y asturianos el 12 de julio en Madrid (dijo Esperanza que en el PP el límite para contar gente es llenar dos Bernabéus, cuota mínima para lograr un concejal) todos los pedáneos y vocales de concejos de juntas vecinales de León le hacen la manicura al Gobierno. Por la cuenta de la vieja, soldados fieles, tres mil novecientos, a tres por representación de cada ente local amenazado; y eso, en el caso de que todos empuñen un arma.

Este asunto de las juntas vecinales va a sacar otra vez lo más miserable de la condición que acompaña al político. Es de imaginar el sainete en los plenos municipales que aborden una moción de apoyo a las pedanías. A ver qué alcalde/alcaldesa vota contra una norma que el PP le pone en bandeja para hincar el diente al patrimonio forestal, derechos demaniales o aprovechamientos cinegéticos (sí, los corzos con sarna y los jabalíes con brucelosis) que tanto han deseado para sanear las cuentas municipales y otras cuitas mayores que sólo puede desentrañar la Fiscalía.

La jubilación de pedanías parece anticipar el advenimiento de aquel reparto apresurado de León que decidieron en Lillo Juan José Lucas y don David, el que siempre quiso pasearse por el norte de la provincia igual que Ortega Cano por Yerbabuena.

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